LLegó el final

Hoy queridos lectores el día amanece con un sabor a despedida. No es un adiós definitivo, es un hasta luego y quizás en un futuro podamos revivir este blog con más cuentos. Pensando en cómo cerrarlo, se me han ocurrido miles de despedidas, pero creo que no hay nadie mejor que Gloria Fuertes para despedir el blog.

Desde pequeña ha sido una autora que he leído mucho, y que me han leído mucho mis padres, y quizás por esa nostalgia, por esa ternura que me transmite tanto la autora como sus creaciones, me gusta tanto. Gloria es una escritora que destaca dentro del género breve, pero lo hace con un toque de personalidad, enfoca hacia el lector infantil y con una finalidad didáctica sus obras, pero además dota a sus historias, generalmente, de musicalidad y ritmo con la forma de poesía. Asimismo, he elegido a esta autora porque dentro de la asignatura hemos tratado tres temas que me han marcado o provocado en mí y en mis sentimientos un mar de oleaje. Estos temas han sido el de los niños, los animales y la muerte, y precisamente los dos primeros van de la mano de Gloria Fuertes.

Antes de compartir con vosotros uno de sus cuentos, quisiera presentaros brevemente a la autora. Espero que os guste y si no es ahora, cuando tengáis hijos, compartáis con ellos parte de su alma y esencia. Un saludo y gracias por todo.

 

La biografía de Gloria Fuertes está llena de datos confusos que ella misma se encargó de ir difundiendo y cambiando constantemente, creando una especie de juego con el que preservar celosamente su intimidad.Gloria_Fuertes

Indiscutiblemente, Gloria Fuertes es uno de los referentes de la literatura infantil española del siglo XX. Aunque son muchas las facetas literarias y musicales que cultivó, la dedicada a la producción para niños es la más conocida. Entre muchos otros premios, fue galardonada con el diploma de Honor del Premio Internacional de Literatura Infantil Hans Christian Andersen.

Gloria Fuertes nació en el madrileño barrio de Lavapiés en el seno de una familia humilde. De madre, costurera y sirvienta, casi muere en el parto, tal como ella misma refleja en los versos de una de sus «autobiografías». Debido a la profesión de su padre, bedel, la familia cambió varias veces de residencia en Madrid.

A los tres años ya sabía leer y a los cinco escribía cuentos y los dibujaba. Luego los cosía con hilos para encuadernarlos. Esos fueron sus libros infantiles. Sus primeras lecturas las componen el famoso TBO y los cuentos de Pinocho que editaba Calleja, ya que según ella manifestó en varias ocasiones le asustaba Blancanieves allí muerta, y le parecía un horror que en el cuento de Caperucita la abuela fuera devorada por el lobo. Por eso, su cuento preferido era Pinocho, y sus juguetes, los que encontraba por la calle.

Asiste a varios colegios, entre ellos uno de monjas del que no guarda un buen recuerdo. Su madre la matriculó en el Instituto de Educación Profesional de la Mujer en todas las asignaturas propias de su sexo: Cocina, Bordados a mano y a máquina, Higiene y Fisiología, Puericultura, Corte y Confección, Taquigrafía y Mecanografía, pero ella no quería ser ni modista, como su madre, ni niñera, así que también se matriculó en Gramática y Literatura. Su madre no podía entender sus aficiones, impropias de la hija de un obrero como eran los deportes y la poesía.

Escribe sus primeros versos a los catorce años.

En 1934 fallece su madre, tal como señala en los siguientes versos:

Durante la guerra empieza a trabajar de contable y entre cuenta y cuenta escribía cuentos y poemas. Aunque sus lecturas de juventud son los poemas de Bécquer, Rubén Darío y Gabriel y Galán, lo que más le influye a la hora de escribir es la llegada de la Guerra Civil. Esta experiencia dramática de la guerra agudizó su sentido de protesta. Así escribe su primer libro de poemas a los 17 años, Isla ignorada, aunque no lo publica hasta 1950.

«Soy como esa isla ignorada
que late acunada
por árboles jugosos
-en el centro de un mar que no me
entiende,
rodeada de nada, sola sólo-».

Debido al horror de la guerra, su visión de la vida es triste. No entiende el absurdo de la civilización moderna, capaz de luchar por cosas sin importancia e ignorar la destrucción de niños.

En 1935 publicó sus primeros versos y dio sus primeros recitales de poesía en Radio Madrid y Radio España.

En 1939, como ella misma relataba, pasó de la oficina de hacer cuentas a una redacción para hacer cuentos.

Una vez acabada la guerra colabora como redactora en la revista infantil Maravillas, publicando semanalmente cuentos, historietas y poesía para niños en esta revista hasta el año 1953. Asimismo, se estrenan diversas obras suyas de teatro infantil y poemas escenificados en varios teatros de Madrid.

Colabora en las revistas Postismo y Cerbatana, de modo que en estos años combina perfectamente sus dos facetas creadoras: la infantil con la poesía social de adultos. Para escribir poesía infantil «se hacía niño», tenía que estar contenta y graciosa, imaginativa, fantástica, idear un argumento que les hiciera gracia desde el primer momento y con un vocabulario sencillo, en cambio si tenía algún problema la poesía resultante era la del lector adulto. Cambiaba el humor fácil por la risa amarga, complica las figuras de estilo, aumenta las metáforas y los dobles sentidos, eso sí, nunca utilizaba palabras que tuviera que buscar en el diccionario, su lenguaje era claro, sencillo y llano como ella misma fue a lo largo de su vida.

Tampoco podemos pasar por alto que Gloria Fuertes fue una de las voces iniciales de la poesía femenina de posguerra con Carmen Conde y Ángela Figuera, entre otras. Por estos años publica la obra infantil Pirulí, y organiza la primera Biblioteca Infantil ambulante por pequeños pueblos, llevando libros adonde éstos no llegan por falta de dinero o por el analfabetismo que todavía existía en España.

Con «Cangura para todo«, que es la lectura que veremos a continuación, en 1968 tuvo mucho éxito y obtuvo una mención de honor en el Premio Andersen de literatura infantil.

Se convierte en una prolífica poeta, y la poesía constituye el motor de su vida.

Comienza a colaborar activamente en diversos programas infantiles de TVE, como Un globo, dos globos, tres globos, del que compone hasta la sintonía, y La cometa blanca (a partir de 1982) convirtiéndose así definitivamente en la poeta de los niños y es que con los niños le gustaba enredar adivinanzas, pareados y juegos de palabras disparatados y ripios.

Sigue publicando obras para adultos donde toda su poesía se basa en hablarnos de la realidad que vive y de cómo la vive. Relata su vida, pero tapando las miserias con el humor, que lo utiliza como mecanismo de defensa y mezcla la rabia, la dulzura, la preocupación, la alegría y la incertidumbre.

Los versos de Gloria Fuertes están llenos de frases hechas, de máximas y proverbios, registros infantiles, coloquialismos, con lo que ella juega ingeniosamente para darles un nuevo significado. Sabía que su actitud lúdica de desmontar y reinventar palabras llevaba a los niños a un mundo de fantasía y les provocaba la diversión, a través de esos pareados y rimas facilonas. Juega con el lenguaje como jugaría un niño.

Muchos de sus poemas se siguen utilizando como paradigma de poesía infantil: es decir, poesía hecha con la musicalidad evidente y los mensajes inocentes, que, sin embargo, esconden mucho más. Gloria decía que escribir para niños tenía una gran responsabilidad, ya que lo que pretende es despertar en ellos el amor por la vida, por la gente, las plantas, los animales, pero sin dejar el humor ni la fantasía porque la risa es muy necesaria y constantemente repetía que hay adultos que nunca han sido niños y son seres penosos.

Quienes la conocieron han dicho de ella que era un ser fácil para la sonrisa, para la comprensión, para asumir el error ajeno, y fácil también para llorar en amor y compañía, para escuchar la confidencia última, para encontrar en el semejante un motivo más que sirva para perpetuar su sentido creador.

Cuando Gloria ya conocía la gravedad de su enfermedad le preguntaron que qué tal estaba y ella contestó «Estoy a solas con Dios y mi dolor», pero no estuvo sola ni un minuto, siempre había alguien con ella, incluso cuando murió el 27 de noviembre de 1998 estaba rodeada de sus amigos íntimos, los que siempre estuvieron ahí.

«Cangura para todo«:

Sonó el timbre. El señor abrió la puerta. La escalera estaba muy oscura. Alguien, con un pañuelo atado a la cabeza, le entregó una tarjeta que decía:

«SE OFRECE CANGURA MUY DOMESTICADA PARA DOMESTICA»

-Pase, por favor; llevamos un mes como locos sin niñera ni cocinera. Siéntese.

El señor abrió de par en par la ventana y de par en par los ojos. Ante él tenía un canguro imponente.

-¡Pero bueno! ¿Pero cómo? ¿Pero cómo ha llegado usted aquí?

-Pues saltando, saltando, un día di un salto tan grande que me salté el mar.

-¡Clo ! ¡Clo ! -el señor parecía que iba a poner un huevo, pero era que llamaba a su esposa, que se llamaba Dulce Mariana Clotilde del Carmen, pero él, para abreviar, la llamaba Clo.

Apareció Clo y desapareció al mismo tiempo gritando:

-¡Dios mío, hay un canguro en el sofá! ¡Un canguro!

-Cangura, señora, cangura, soy niña -aclaró el animalito, estirando sus orejas y lamiéndose las manos.

-¡Ven, Clo! Ten confianza…

Volvió a aparecer Clo muerta de asombro.

-Mírala bien, parece limpia y espabilada, además a los niños les gustará; yo creo que conviene que se quede en casa.

Clo, la señora, miraba a la cangura de reojo, tragando saliva…

-¿Cuál es su nombre? -preguntó por preguntarle algo.

-Marsupiana, para servirles.

Y la cangura se quedó en casa para servirles.

¡Y qué bien servía!

Desde la mañana comenzaba a trabajar.

-¡Marsupianaaa! Tráenos el desayuno a la cama.

Y la cangura, con su bandeja en la tripa, iba y venía veloz.

-¡Marsupianaaa! ¡Vete a la compra!

Y la cangura iba y venía veloz con su «bolsa» llena de verduras, botellas y pescadillas.

-¡Marsupianaaa! ¡Lleva a los niños al colegio! …

-¡ Marsupiana ! ¡ Lleva a los niños de paseo, lleva el cochecito!

-No señora, no lo necesito.

La cangura metía a los dos pequeños en su «bolsa-delantal» y a los otros dos se los montaba en la potente cola y saltando de cinco en cinco los escalones se plantaba en un segundo en el portal. Cruzaba la calle de un salto por encima de los coches y por encima del guardia de la porra. Lo tenía bizco.

Marsupiana para todo era rápida, trabajadora y obediente. Los señores estaban muy contentos con ella, le subieron el sueldo. Y le hicieron la permanente.

-¡Marsupianaaa! Date una carrera a casa de mi suegra, que no funciona el teléfono y tú llegas antes que un telegrama.

-¿Y qué le digo?

-Lo de siempre, que no venga.

-¡Marsupianaaa!

-Mándeme, señora.

La señora tenía una regadera en la mano.

-Mira, Marsupiana, esta tarde tenemos una fiesta y tú tienes que ayudarme.

-Sí, señora; cuando vengan las visitas les quito el abrigo, los sombreros, los paraguas, todo. Y les sirvo las rosquillas y la gaseosa… ¡ Estaré de camarero!

-¡No, vas a estar de florero! Mira, te colocas en este rincón, ahí, ¡quieta! ¡No te muevas! Y ahora, abre bien la «bolsa».

La cangura abrió también la boca mientras doña Clo le regaba la tripa.

-¡Aaaay!

-¿Qué te pasa?

-¡Qué está muy fría el agua, señora!

Doña Clo bajó al jardín y volvió con un gran ramo de flores; estas flores las fue colocando muy artísticamente dentro de la bolsa de la cangura.

-¡Aaaay!

-¿Qué te pasa ahora?

-¡Que me hace usted cosquillas con los tallos, doña Clo, en el mismísimo ombligo!

Llegó la hora de la fiesta y Marsupiana fue el comentario de los invitados.

-¡Uy, qué precioso rincón! ¡Qué maravillosa escultura! ¡Qué original florero!

-¡Qué realismo! Parece que esté vivo y coleando…

-Pero… ¿Qué es esto? -preguntaban las más estúpidas.

-Ya veis lo que es, una cangura disecada, mi marido es cazador y tiene muchas.

A Marsupiana cada vez que la llamaban «disecada» le daban temblores y le entraban ganas de estornudar… Lo peor fue cuando una avispa empezó a pasar y repasar a un centímetro de su hocico. La cangura sudaba y bizqueaba siguiendo el vuelo del insecto, hasta que sintió un terrible picotazo en la punta de la nariz y, dando un gran salto, se encaramó a la lámpara del techo.

-¡Socorro, el canguro se ha desdisecado !

Cuando la cangura Marsupiana miró hacia el suelo, había una alfombra imponente de señoras desmayadas; menos doña Clo, que le dio por reír.

Llegó el calor, y con el calor bajaron las maletas de los armarios. Como no les cabían todas las ropas, tuvieron que usar a la cangura de maletín.

La facturaron como equipaje porque costaba menos que un billete. Le pegaron una etiqueta en la tripa con las señas del Puerto. La etiqueta se le despegó con el calor y el Jefe de Correos la mandó a Australia.

Marsupiana estaba cansada, aburrida y mareada del barco. Cuando oyó que se paraban las máquinas, ¡ya no pudo más! Saltó por una ventana redonda y fue a parar al agua, afortunadamente cerca de la playa. Aquel sitio le era conocido, aquellos montes y aquellos árboles le recordaban algo… De pronto, una nube de canguros la acorralaron y la besuquearon. Todos sus primos y demás familiares brincaban de felicidad riendo a carcajadas con la cola.

gloria1

 

Información sacada de:

 

GRACIAS POR TODO Y ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO.

…HASTA PRONTO…