«El cuento español contemporáneo» por Mariano Baquero Goyanes y Carmen de Mora Valcárcel.

Durante mucho tiempo se ha considerado al cuento como algo menor, en cierto modo, por relacionarse con la estimación de la novela, pues esta ha sido frecuentemente combatida o despreciada. Ha sido considerada globalmente como algo bajo y pobre, un simple entretenimiento indigno junto a los géneros nobles.

El cuento, es algo muy distinto a la novela, aunque con ella se relacione en lo que al procedimiento narrativo se refiere. Es precisamente el carácter histórico de tal relación lo que justifica el estudiar si en el cuento han repercutido o no las condenas que alcanzaron a la novela. La pequeña extensión que caracterizaba al cuento parece explicar el porqué de la desatención de críticos y preceptistas.

A pesar de ser el género más antiguo del mundo, fue el más tardío en adquirir forma literaria; sin duda, el carácter oral y tradicional del cuento, retardó su configuración literaria por distintos motivos:

  • Por la imprecisión terminológica: Todavía es frecuente en España, el comprobar cómo, incluso entre personas de cierto nivel cultural, el término «cuento» aparece inevitablemente asociado al de «relato infantil» en lo literario, y al de «mentira» en el habla vulgar.  Hay un caos terminológico dado que la palabra cuento se asocia a lo popular y no se lo estima como género literario.
  • Incorporación del cuento popular al marco literario en el siglo XIX: recogida sistemática de cuentos populares (Hermanos Grimm). En España tenemos algunos autores importantes como 1859 Fernán Caballero o en 1896 Valera.
  • Surgimiento del cuento literario moderno: hay una evolución del género que va desde el cuento primitivo al siglo XIX y termina con el siglo XX.
  • Auge del periodismo en el siglo XX, que adquiere popularidad en la prensa, esta se transforma en el soporte más común. Gracias a este el cuento alcanzó en el siglo XIX una independencia total. El cuento, ligado a la vida de los periódicos, se convierte en ocasiones en un producto de circunstancias, en un género que traduce en forma narrativa, bajo apariencia de ficción, lo que la editorial o las noticias comentan en otras páginas del mismo diario.

Comparando el cuento actual con el del siglo XIX, observamos respecto al de nuestros días, una mayor flexibilidad formal, que no es exclusiva del género, sino de todo el arte contemporáneo. El cuento, por su brevedad, es un género en el que caben menos acrobacias que en otras modalidades literarias, como por ejemplo, la novela. Por los límites que le impone su tema, no permite ensayar las mismas novedades que son posibles en una obra extensa.

El cuentista tradicional lo fiaba todo a la fuerza del argumento. Este era el ingrediente decisivo de la especie cuento, lo ha sido siempre. En nuestros días, la situación no es exactamente la misma. Se diría que ha repercutido en el cuento lo que ocurrió en la novela. Si en ésta se ha podido percibir un trasladado de interés desde la trama a los procedimientos narrativos con que ésta se expresa, algo parecido, ha ocurrido también en el cuento.

 

El siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, no sólo se preocupó muy particularmente por el desarrollo del cuento literario, si no que supuso la confirmación del cuento literario y le dio el impulso definitivo hasta que cobró  su máximo auge. A partir de entonces , el término pierde en parte su significado de relato tradicional u oral, para adquirir ese sentido por el que llegaría a equipararse en calidad literaria a la novela, y dotarnos de muchos escritores de nuestro siglo.

Uno de los aspectos de la tesis de Edfar Allan Poe que nos resulta más innovador es el que concierne a la originalidad literaria, por ser ésta el resultado de una solidaridad profunda entre escritor y lector. Según él, la brevedad del cuento permite conseguir el efecto deseado en un solo acto de lectura. Se caracteriza por:

  • La unidad de efectoes, el eje sobre el que se articula la estructura del cuento.
  • La Verdad: Apunta a los fines del cuento, donde su objetivo no se dirige tanto a lograr un placer estético, sino más bien un placer que podríamos denominar intelectual o cerebral.

 

Horacio Quiroga se enfrentó con el cuento literario a nivel teórico. La primera técnica era el arte del detalle, donde trabaja (por razones de tiempo) con el detalle, hasta el punto de que ningún elemento, por insignificante que parezca, es prescindible. Asimismo considera que el narrador, deberá adoptar el punto de vista de sus personajes y no distraer la narración con explicaciones, opiniones, descripciones ajenas a las acciones de los personajes. Su verdadero objetivo era que el cuento apuntara en dirección contraria a la novela, que evitara digresiones, y que por tanto considerase inevitable centrarse en los personajes.

Juan Bosch por su parte distingue  o considera que el tema y los personajes han de diferenciarse entre cuento y novela: en el cuento es el tema el que determina la acción, mientras que en la novela lo determina el carácter de los protagonistas. Por ello, para distinguir entre cuento y novela, propone los rasgos de «intensidad y extensión» respectivamente. La extensión se manifiesta en la novela en la independencia de los personajes respecto al autor, mientras que en el cuento, es el cuentista quien guía a los personajes y no los deja manifestarse libremente para conseguir la tensión.

Mariano Baquero Goyanes en su obra «Qué es el cuento»,plantea los principales problemas que afectan a la determinación del cuento literario como género. Para ello parte de las distintas acepciones del término desde la Edad Media hasta el siglo XIX: Al principio no se aplicaba la palabra «cuento» para designar narraciones breves, sino para las fábulas, exemplos, apólogos, etc.

Otro problema que surge es la distinción entre cuento oral y cuento literario, pues el nacimiento de este último se originó en coexistencia con el primero, y de hecho no son del todo aislables.

Respecto a las diferencias con la novela, Goyanes estima que estas se basan más en otros componentes como los personajes secundarios, presentes en la novela y ausentes en el cuento, antes que en la temática.

 

Julio Cortázar considera que existen una serie de rasgos comunes a todos los cuentos: “un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia.

Asimismo el escritor plantea la autonomía del cuento, y para ello parte del concepto de cuento como forma cerrada, «esférica» y que hemos mencionado en la anterior publicación.

 

 

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